Más de una vez, sobre todo cuando las cosas se tuercen o nos envuelve la oscuridad, la figura de santo Tomás se nos hace muy próxima, casi simpática porque “empatiza” con lo que nos está aconteciendo. Tomás no quiere vivir de lo que le cuentan. Quizá los que le transmitieron el acontecimiento de la Resurrección no fueron lo suficientemente convincentes para él.
Necesita tener la experiencia del encuentro con el Resucitado. El propio Jesús le concederá tocar sus manos y su costado. Con esa experiencia, Jesús abrirá con su Amor la llave del corazón de Tomás, de nuestro corazón, y nos transformará.
¡Concédenos, Señor, el don de la fe y de la alegría pascual! Sácanos de la duda persistente y ábrenos el corazón con la llave de tu Amor.