El inicio del capítulo segundo del Evangelio de san Mateo nos cuenta qué pasó: “Llegaron a Jerusalén unos sabios de Oriente y preguntaron:¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle”.
Estos sabios magos de Oriente habían observado las estrellas y el firmamento. Aquella estrella les había fascinado, pero no era un astro cualquiera: era la estrella de Belén, donde se encuentra un niño envuelto en pañales, el Mesías, el Salvador. No es la estrella de los gastos sin medida, de los regalos que no sorprenden, del dinero que priva a otros de poder vivir…
Los sabios a contracorriente logran llegar a Belén. Otros miraban en otras direcciones, como tantos Herodes y gentes despistada de ayer y de hoy. Ellos se quedaron con lo mejor y fueron a adorar al Niño Dios. Y ahí su búsqueda, su camino, el largo viaje cobró el mayor de los sentidos.
Que la Epifanía de Jesús nos traiga una jornada de adoración y encuentro con el Niño de Belén.
Fuente: Kamiano (El blog de Damián para niños)